La Fórmula 1 es una trituradora. De dinero, de equipos, de circuitos y también de pilotos. El Gran Circo es una máquina especialista en ir dejando personas por el camino, y aunque los pilotos sean los auténticos héroes de este deporte, no hace una excepción con ellos. Todo aficionado a las categorías inferiores es capaz de recordar, en apenas un breve instante, cuatro o cinco pilotos que parecían apuntar alto pero no llegaron a la máxima categoría, ya sea porque finalmente no ofrecieron el rendimiento que se esperaba de ellos, porque se quedaron sin patrocinadores o porque, simplemente, no hallaron hueco en los equipos de la Fórmula 1.

Pero, como comúnmente se dice, si es complicado llegar a la cúspide del deporte motor, aún más lo es mantenerse. Igual que con los que se quedan por el camino, todos recordamos unos pocos pilotos por los que sentíamos especial predilección y cuyas trayectorias en la Fórmula 1 acabaron demasiado pronto. También hay una gran cantidad de pilotos que, sin pena ni gloria, llegan, están una o dos temporadas y se marchan, sin disponer de un coche competitivo que les permita luchar. Solo hay veinte monoplazas en los que se debería encajar a los veinte hombres más rápidos del planeta, pero en la práctica no es así y hay pilotos que se ganan el asiento gracias a un cuantioso patrocinador o que se mantienen porque sus jefes prefieren mantener una situación cómoda en vez de tener dos primeros espadas en la escudería. Pilotos como el actual campeón de la F2, Nyck de Vries, en su día rechazado por McLaren y que va a tener que buscar suerte en la Fórmula E; o la cantidad de pilotos desechados por el entorno Red Bull, sobrados de un talento que han demostrado en otras categorías, como Sébastien Buemi o Jean-Éric Vergne, hasta típicos pilotos de pago como Sergey Sirotkin.

Sin embargo, el Gran Circo es tal aniquiladora de pilotos que no tiene piedad incluso con los más experimentados, talentosos y reconocidos por el paddock, como en el caso de Nico Hülkenberg. El alemán ha perdido su asiento para la próxima temporada tras debutar en la Fórmula 1 en 2010 y competir ininterrumpidamente en la misma desde el 2012. El de Düsseldorf ha pasado por escuderías históricas en horas bajas, como Williams o Renault, o por equipos modestos con los que no podía aspirar a cosas grandes, como Sauber o Force India. El piloto que ostenta el récord de mayor número de carreras sin alcanzar un podio. Ha tenido pocas ocasiones para ello, quizás las más destacada en Brasil 2012, donde estaba potencialmente luchando por la victoria (con el proletario monoplaza indio) y perdió sus opciones cuando perdió la trasera del coche e impactó con Hamilton, o en Hockenheim este año, una de las carreras más locas en los últimos años. En su trazado de casa, en una prueba en la que cualquiera podía obtener cualquier resultado, el de Renault cometió un error que, bajo la lluvia, le llevó contra las protecciones. La imagen de Nico sentado, sin quitarse el casco ―es comúnmente sabido que cuando un piloto se mantiene con el casco puesto innecesariamente, es porque casi con total seguridad quiere ocultar las lágrimas que brotan de sus ojos―, es estremecedora. En el instante del accidente estaba rodando en posiciones de podio y, aunque aún la parrilla iba a barajarse mucho, también faltaba por salirse de la carrera el Mercedes de Bottas, que hubiera supuesto un puesto más de avance. Hülkenberg ha reconocido que le llevó varias semanas reponerse del golpe, puesto que sabe que es un error suyo y, por esas fechas, si no sabía ya que su puesto en Renault pendía de un hilo, al menos se lo barruntaba.

Nico es un tipo que, para ser piloto, puede parecer medianamente corriente. Un joven treintañero, el típico millennial europeo, rubio y apuesto, permanentemente equipado con unas gafas de sol y una elegante sonrisa, que en otra vida podría haber sido modelo. Parece dejarse llevar, no ser uno de esos pilotos que abiertamente afirman vivir por y para conducir. No parece importarle no haber sido exitoso en la Fórmula 1, ni no continuar la próxima temporada. Pero él sabe que tiene el talento necesario ―todos los pilotos creen tenerlo, sea cierto o no, porque si no es imposible llegar arriba y codearse con los grandes; pero en el caso del alemán, el goza del mismo― para ser campeón del mundo. Al fin y al cabo, resultó victorioso en su primer y único intento en las 24 horas de Le Mans. Tristemente, parece que encaja mejor decir «haber sido campeón del mundo». Y es que parece claro que, por desgracia, se le ha pasado el arroz. Y yo me pregunto, ¿realmente a Hülkenberg no le importa todo esto? ¿Se conforma con ello? ¿Con seguir circulando por los circuitos, sin poder aspirar a nada porque en su mejor fin de semana solo puede aspirar a un séptimo puesto? Y siendo él un piloto sólido y escueto en errores, en sus escasas oportunidades de postularse para probar el champán (en diez años, se cuentan con los dedos de una mano) o la fortuna o sus manos le abandonaron. Es posible que la personalidad de Nico le permita ver su trayectoria con perspectiva, estar satisfecho con haber llegado, haberse mantenido y ganarse el reconocimiento de sus iguales. Pero conociendo la ambición de un piloto de Fórmula 1, así como la de cualquier mortal en su lugar, lo lógico es creer que Hülkenberg considere su trayectoria deportiva como una frustración permanente. Pensémoslo, el piloto con más carreras sin conseguir un podio. Diez años de carreras, que se dice pronto, en las que el máximo premio al que aspirar es ser una sexta posición y en las que el objetivo es «conseguir un buen botín de puntos», en lugar de tratar de ganar. Quizás el germano eche demasiado a menudo la vista atrás y piense en épocas como la de 2013. En aquel año, uno de sus mejores, cosechó grandísimos resultados con el modesto Sauber y se le veía como futuro contendiente a todo. Todo parecía indicar que recalaría en Ferrari y hasta el propio Fernando Alonso le echaba flores cuando tenía ocasión, llegando a decir que lo consideraba el piloto con más talento de la parrilla. Pero como tantas veces en la carrera de Hülkenberg, lo que pudo ser no acabó siendo.

Ya en 2017, cuando recaló en Renault, parecía que por fin iba a tener una oportunidad de asomarse a las victorias y avanzar tras estar estancado en Force India, al fin y al cabo, la marca del rombo es un constructor. Pero los galos parecen haberse propuesto no avanzar y las oportunidades no han llegado. Sin embargo, Renault, como buenos franceses que son, han demostrado que no les importa en absoluto dejar a la gente por el camino. Con la dupla de futuro con la que se presentaron en 2018, con un Hülkenberg como primer espada y un Sainz como piloto de futuro, primero desecharon al piloto español para ahora hacer lo propio con el alemán. Nico no tiene sitio para 2020, y es que la marca del rombo ha decidido subir junto a Ricciardo a Esteban Ocon, quien no ha competido este año. Es entendible que el constructor busque un piloto de su misma nacionalidad, un piloto que, además, es una de las caras bonitas de la prensa. Pero ello no hace menos doloroso que Hülkenberg no vaya a estar en la Fórmula 1 el año que viene.

Quién sabe si volverá en 2021. Si algún equipo quiere ficharlo o si él desea regresar al Gran Circo. Lo que está claro es que Nico Hülkenberg es uno de los mayores talentos de su generación a quien la fortuna, por desgracia para él, el espectáculo y el bien de la Fórmula 1, no ha acompañado.

 

Imagen: F1