Morriña, palabra preciosa y con poco uso, se define en el Real Diccionario de la Academia Española como tristeza o melancolía, especialmente de la tierra natal. Yo extiendo ese concepto hacia personas, escenarios o acontecimientos significativos en la vida de una persona.

Este fin de semana es una de esas situaciones en la que una siente morriña respecto a un evento: el Gran Premio de España de Fórmula 1. Ya no llevo la cuenta de los años en que el olor a gasolina impregna mis fosas nasales y el ruido de los monoplazas no me molesta porque simplemente es música para mis oídos.

Desde hace muchos calendarios que una tiene una cita ineludible en el Circuit de Barcelona. Mi historia de vida ha hecho que asistiera en diversas circunstancias. Siendo dos, embarazada, con un bebé, con dos niños pequeños y con mi hijo menor heredero de la pasión por las cuatro ruedas.

Puedo decir que lo he vivido desde todos los puntos de vista. Desde mi posición como abonada en la curva 1, hasta el privilegio de asistir como Media y poder compartir el fin de semana con los integrantes del gran circo. Esta temporada nos toca narrarlo desde las redes sociales, afrontando un nuevo panorama virtual.

Pero este año estamos en un escenario inimaginable hace unos pocos meses, cuando disfrutábamos de los test de pretemporada. El mes de marzo hizo presencia la Covid-19 y con ello el mundo ya no es el mismo. La F1 tiene muy restringidas, y con razón, las acreditaciones para prensa, con lo que nos es imposible poder asistir a un gran premio.

Todos los eventos se celebran a puerta cerrada, sin público, ni socios, ni VIP’s que accedan al Paddock. La seguridad ante todo, pero nadie me quita la tristeza de un fin de semana en la que el rugir de los monoplazas debía ser mi banda sonora durante cuatro días.

 

Imágenes: @evitagp