Mientras un servidor les busca regalar estas sinceras líneas, restan 10 días y 28 horas para que se apague el semáforo rojo en el pit lane del Circuit de Catalunya, y para que nuestros más internos sentimientos se junten en sinfonía con el atronador sonido de los V6, el cual, aunque haya perdido en belleza, nunca perderá en significado.

Ayer nos llegaba el rugido del RS 18, la unidad de potencia que armará a Renault, Red Bull y a Mclaren, algo que, en clave nacional, nos remite a Carlos Sainz y a Fernando Alonso. Si me permiten la metáfora histórica: motor galo, algo que nos puede recordar al espíritu guerrero y revolucionario francés, un motor que puede devolvernos a lo más alto, y, sobre todo devolver al samurái a las posiciones que le pertocan, y devolvernos a sus parroquianos una sonrisa camuflada en el brillo del champán, no pido más, aunque parezca que lo estoy pidiendo todo.

Nadie dijo que sería fácil, ni seré yo quien lo diga, pero siendo francos pinta mejor, o, al menos, podemos imaginarnos resultados decentes sin necesidad de remitirnos a la más profunda fantasía, algo en lo que nos hemos curtido en tres años de periplo errante por motores nipones. Déjenme soñar, pero que esta vez sea despierto.

Es cierto que de los equipos mencionados el mejor puesto es Red Bull, pero está claro que compartiendo motor las diferencias no pueden ser muy grandes…(magia de los aerodinamicistas aparte), pero sin duda el talento innato de Carlos y la sobrada magia de Alonso, pueden remitirnos a un año repleto de pequeñas victorias, porque como diría aquel mejor pequeñas gestas repetidas que una única victoria a celebrar.

Mis ganas por la temporada crecen, pero esta vez soy cauto, quiero dejar de soñar y empezar a disfrutar, pero recuerden, hagan lo que hagan nuestros héroes aquí seguiremos, para al menos ser, invencibles en la derrota.