La Scuderia se enfrenta a un épico final de campaña 2017, marcado por la lucha de Sebastian Vettel por recuperar el trono perdido a manos de Lewis Hamilton a la vuelta del verano, ya que el Mundial de Pilotos es lo único que le queda a la rossa.

No parece el momento ni el lugar para lamentare por lo que pudo haber sido y no fue, pero sí resulta interesante tener en cuenta lo que acabo de decir porque la italiana se encuentra en una encrucijada de la que sólo podrá salir victoriosa si es capaz de mantener la cabeza fría, pues ya hemos visto que sin dar demasiadas vueltas, las precipitaciones y la urgencia explican los numerosos contratiempos surgidos en las últimas carreras (Italia, Singapur, Malasia) tanto en el apartado técnico como humano.

Yo añadiría que ha habido también, y desde el primer instante, una errónea lectura de la temporada que llevó a Maranello a descarrilar hace tiempo el Mundial de Constructores, con un vehículo que a decir de la mayoría de expertos es el mejor Ferrari de los últimos tiempos, capaz de plantar cara a la maquinaria de Brackley, incluso de superarla en según qué circuitos.

Bakú es sin duda el punto de inflexión, y aunque a estas alturas de la película importe poco conocer si habría salido más rentable aceptar una revisión de la sanción que metió la FIA a Vettel durante el Gran Premio de Azerbaiyán, lo cierto es que resulta muy complicado no hacer las cuentas a partir de ese bendito momento. El 3 de julio pasado se reunían Jean Todt, Maurizio Arrivabene y el piloto alemán, encuentro que se salvaba en un primer instante con una petición pública de perdón por parte de Sebastian a Lewis y a todos los aficionados, pero el día 6, Maranello formaliza la salida y reubicación de Lorenzo Sassi, ingeniero jefe de la unidad de potencia, y en el Gran Premio de Austria (9 de julio), La Scuderia ha renunciado ya a las ventajas que le otorgaban determinados elementos flexibles en los bordes del fondo plano…

Puede ser casualidad, tampoco vamos a negarlo, pero en Spielberg gana Valtteri Bottas frente a una Ferrari a la que parece faltarle algo, y de las seis carreras siguientes, la rossa sólo saca la cabeza honrosamente en Hungría.

Quedan 5 pruebas por delante para concluir el campeonato, contando el Gran Premio de Japón que se celebra este mismo fin de semana, y por lo tanto, no se puede negar que aún hay tiempo para subvertir una situación que se complicó en exceso alrededor de los sucesos en tierras azeríes, pero está claro que la italiana no puede permitirse el lujo de repetir actuaciones como las de Monza, Marina Bay y Sepang.

No hay margen. El Mundial de Pilotos no parece en ningún caso un premio de consolación, pero habida cuenta de que por una razones u otras, Ferrari ha parecido demasiado diluida desde que en julio perdiese buena parte de la ventaja estratégica obtenida al inicio de la sesión al obligar a Milton Keynes y Brackley a renunciar al uso de la suspensión inteligente, cabe recalcar que el de Conductores es el único título disponible en la actualidad, y que las cosas se pueden poner muy complicadas de cara a la temporada 2018 con la apertura del marco de convergencia, la integración de Marcin Budkowski en el esquema de Renault, y las enormes posibilidades que todavía ocultan Mercedes AMG y Red Bull.

Maranello no puede esperar, tiene la obligación de luchar como si fuera el último cada palmo de asfalto que queda hasta Abu Dhabi, pero debe hacerlo con la serenidad necesaria salvo que quiera exponerse a un fracaso sin paliativos. Son tres años de nuevo proyecto y la paciencia se está agotando.

Os leo.