Aunque suene a perogrullada, el futuro de Williams pasa inevitablemente por superar a la mayor brevedad posible la grave situación que atraviesa en estos instantes, que no es sino fruto de una delicada deriva que se comenzó a torcer a partir de la ruptura con BMW a finales de 2005, que continuó errática unas temporadas más y se complicó con los vaivenes normativos que rodearon el estreno en 2009 del KERS (Kinetic Energy Recovery System) y los años siguientes, para terminar recibiendo la puntilla en plena y carísima estapa híbrida, vamos, que el coronavirus sólo ha supuesto el inevitable colofón a una historia que ya venía muy tocada en lo económico y deportivo, y, siendo sinceros, desde muy atrás.

Claire Williams, nominalmente la responsable del desastre, no ha sido tan culpable como parece. La hija de Frank toma las riendas del equipo en la temporada 2013, dos después del proceso de refinanciación que supuso la salida a bolsa en 2011 de Williams Grand Prix Holdings PLC por un montante estimado de un tercio de lo que suponía el valor de la empresa. No hubo suerte en esta operación. En plenos coletazos de la crisis de 2008 la respuesta inicial fue demasiado tibia y, aunque iría mejorando con los años, nunca arrojó cifras de beneficios que permitieran encarar el futuro con tranquilidad, de forma que prácticamente en la cuerda floja de manera más o menos permanente, la supervivencia del equipo de competición siempre se mantuvo con alfileres, incluso contando con que desde 2014 montaba las flamantes unidades de potencia Mercedes-Benz.

No se trata de defender a Claire, entre otras cosas porque a la vista está que no ha sido capaz de revertir la situación, pero sí me apetece señalar que el panorama jamás ha sido halagüeño, lo que justifica sobradamente que Williams haya abusado de los pilotos que venían con talonario bajo el sobaco y que, así mismo, haya sido una de las más firmes abanderadas de los topes presupuestarios, básicamente porque los ingresos de la actividad, por sí solos, no daban para mantener la escudería en un ambito tecnológico tan exigente como el que propone la actual Fórmula 1.

Hay un cierto sabor agridulce en que una vez conseguidos los añorados límites de presupuestos sea precisamente Grove quien no pueda disfrutarlos, pero la pandemia del coronavirus ha cerrado el grifo de los ingresos retrasando el inicio del Mundial 2020 y el escenario se ha vuelto insostenible, de manera que Williams se ha puesto en venta después de la inyección de capital que supuso la venta de su estructura de ingeniería avanzada en diciembre de 2019, la refinanciación a primeros de 2020 de su deuda con HSBC y el recurso a Latrus Racing, propiedad de Michael Latifi, padre de Nicholas, cuyo respaldo patrimonial ha sido la colección de coches de la británica…

Imagino que no había otra solución que la tomada, y aunque áspera de digerir en estos instantes, personalmente me muestro optimista con el futuro del equipo ya que doy por seguro que nadie con dos dedos de frente renunciaría a su nombre después de haberlo adquirido. Williams como marca vale quintales, otra cosa será quién lleve las riendas a partir del instante en que cambie de manos, pero ésa será otra historia de la que hablaremos seguro, ya que, como decía al comienzo de este texto, lo importante ahora es pasar rápido por el trance que supone competir en la máxima disciplina del automovilismo deportivo sabiendo que para algunos de los integrantes son días contados.

Os leo.

 

Imagen: Williams F1